30/12/2024

La Tolerancia Social a la Violencia Policial

Hace algunas semanas un policía en el estado de Sao Paulo arrojó a un civil desde un puente hacia un rio. Una cámara grabó el momento y el video se viralizó inmediatamente. (https://g1.globo.com/sp/sao-paulo/noticia/2024/12/06/moradores-colocam-faixas-contra-policia-e-governo-de-sp-em-ponte-de-onde-jovem-foi-jogado-por-pm.ghtml). 

Esta persona logró salvarse. Paralelamente, otro video mostró como un policía disparaba indiscriminadamente contra un civil.  Frente a esta evidencia, hubo reacciones públicas que llevaron al gobernador del estado, un bolsonarista de ideas muy firmes, a moderar levemente su mirada de mano dura ante semejante violación de cualquier derecho elemental. Parte de la ciudadanía reaccionó frente a las desmesuras de policías fuera de control que agreden y matan injustificadamente.  

La violencia policial indiscriminada está lejos de ser un cúmulo de casos excepcionales. De acuerdo al monitor de fuerza letal para América Latina y el Caribe (https://monitorfuerzaletal.com/reports) en 2022 las policías de Brasil cometieron 5679 homicidios contra civiles, siendo más del 80% de las víctimas personas de raza negra. En Brasil tal violencia policial tiene una lamentable larga tradición y factores propios que la explican, pero todo Latinoamérica tiene altos registros de homicidios perpetrados por policías. En Colombia en 2022 se conocieron 269 casos de este tipo de homicidios, en México 368 casos, en El Salvador (un país con 6.5 millones de habitantes) se conocieron 89 casos. No hay registros oficiales en Argentina, pero a partir de datos del Centro de Estudios Legales y Sociales se estima que ocurren entre 100 y 150 casos cada año, y aún en Chile los medios reportaron 19 homicidios de civiles en manos de las policías en 2022.

Estos datos nos indican que estamos frente a un fenómeno bastante extendido, y muy propio de nuestra región. Existen ya bastantes trabajos que analizan este fenómeno (en Argentina, hubo un amplio debate frente al famoso caso Chocobar, un policía que persiguiendo a un ladrón le disparó matándolo en circunstancias poco claras respecto a si constituía una amenaza). Sabemos que la violencia y en ocasiones el exceso de uso de la fuerza tiene múltiples raíces (mal entrenamiento, fallas en el policiamiento, defensa propia, y muchas otras). Lo que me interesa en esta ocasión es reflexionar no acerca de las fallas del sistema, sino en aventurar alguna respuesta a la tolerancia social de este fenómeno que se cobra miles de vidas todos los años.  

¿Por qué rara vez la ciudadanía reacciona frente a esta extrema violencia policial? ¿En qué circunstancias suele reaccionar? ¿Por qué si todos los años mueren cientos y miles de civiles (en su mayoría inocentes o producto de faltas menores) las sociedades parecen ser tolerantes ante esta violencia policial?

En primera medida, la indiferencia social está anclada en sociedades que están atemorizadas por el nivel de criminalidad que existe en todos los países de la región. En algunos casos los niveles de violencia y delito son muy altos (Brasil, México, Colombia o Venezuela) pero en otros tienen relativamente bajos niveles de criminalidad (Argentina, Chile). Sin embargo, el miedo al delito es alto en todos lados. En encuestas de temor a la criminalidad los índices de miedo al delito en Santiago de Chile son similares a los de Rio de Janeiro, mientras que la probabilidad de ser víctima de un delito en Río es seis veces mayor que en Santiago. El temor y la sensación de vulnerabilidad lleva a muchos ciudadanos a tolerar la violencia policial injustificada, aún cuando los niveles objetivos de violencia son bajos.

Segundo, en algunas sociedades hay sistemas judiciales débiles que no pueden supervisar el accionar policial. Los casos de abusos los investigan instancias internas de la policía, que cubren un manto de impunidad sobre esos casos. Por lo tanto, no llegan a la opinión pública a menos que alguien grabe las imágenes y las viralicen, como en los casos mencionados en Sao Paulo.

Tercero, las sociedades latinoamericanas tienen altos grados de segregación que incide en la escasa solidaridad con sectores sociales marginales que son muchas veces las víctimas de estos homicidios. Es decir, en vastos sectores sociales existe una muy baja empatía frente al padecimiento del hostigamiento del que son sujetos otros sectores sociales, que generalmente habitan en villas, barriadas, colonias o favelas.

Cuarto, es muy importante la existencia de organizaciones de la sociedad civil que alerten, denuncien y estén atentas a estos homicidios. No solamente para denunciar ante las autoridades estos abusos sino también para diseminar información y organizar movilizaciones. Esto merece una breve explicación adicional. La fortaleza de esas organizaciones debe ser evaluada respecto a los otros factores como el temor ciudadano al delito, los niveles de criminalidad, etc. Por ejemplo, en Brasil existen varias organizaciones sociales que denuncian las violencias policiales, pero que frente al nivel de criminalidad y temor al delito no logran neutralizar la indiferencia social frente a los abusos. En resumen, el éxito de las ONGs está condicionado por el tipo de equilibrio o balance existente respecto a la tolerancia social frente a los homicidios en manos de policías. En Argentina y Chile, existen varias organizaciones de la sociedad civil que generan conciencia, llevan registros y movilizan recursos para denunciar estos actos. Esto explica en gran medida que no se hayan desbordados este tipo de homicidios.

Quinto, las imágenes y voces de casos individuales suelen despertar mayor simpatía. Por nuestra naturaleza, los humanos somos más proclives a empatizar cuando somos testigos del sufrimiento individual. Los informes y estadísticas en general no movilizan simpatías, como sí lo hace observar experiencias concretas. Por lo tanto, en la medida que existan verdaderos testimonios visuales o auditivos, estos tienen mayor probabilidad de llegar a la ciudadanía y que ésta proteste contra los abusos. La reacción de Tarcisio de Freites (el gobernador de Sao Paulo) solo se desencadenó cuando la movilización pública fue generada por imágenes en las redes sociales.  Se cumple la famosa frase “una imagen vale más que 1000 palabras”.

Nuestra región latinoamericana tiene muy altos índices de violencia y abuso policial debido a estas y otras causas estructurales. El racismo, la marginalidad, las rivalidades políticas y hasta la corrupción son factores que contribuyen a la comisión de agravios severos por parte de los servidores públicos en uniforme. En condiciones de altos niveles de violencia y criminalidad amplios sectores de la ciudadanía se desentienden y en ocasiones hasta apoyan el accionar ilegal de las fuerzas del orden. 

Para detener o al menos reducir estos casos que se multiplican en la región, es necesario tener una sociedad civil vigorosa que se active ante los abusos, una justicia activa que accione frente a la brutalidad policial, pero más importante aún es contar con una ciudadanía sensible que no tolere estos actos. Y para ello, se requiere bajas tasas de criminalidad. Un círculo vicioso difícil de romper.

 

Marcelo Bergman: Director del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia de la Universidad Nacional de Tres de Febrero

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