10/10/2024

BRASIL: LO QUE TIENEN EN LA CABEZA (LOS VOTANTES ANTE LA URNA)


El último domingo tuvieron lugar en Brasil las elecciones municipales y los resultados pueden ser leídos como un revés para el presidente Luiz Inácio Lula da Silva.  Es un título válido pero, tal vez, superficial. Tanto más lo sería si se pretende continuar el silogismo entendiendo que de las malas noticias para el líder del PT se sigue una victoria indiscutible de su rival, el expresidente Jair Bolsonaro.

Se me hace más interesante interpretar los recientes comicios brasileños en tanto indicadores de la labilidad de las opiniones políticas. En lugar de girar en torno a un título que durará, con suerte, apenas unos días, sino horas, puede ser más convocante intentar aproximarse a lo que pasa por la mente de 153 millones de ciudadanos de 5.569 ciudades al emitir su voto.

En São Paulo la contienda se dirimirá en segunda vuelta. Será entre el candidato de Bolsonaro y el que bendijo Lula pero que no es del PT (que no pudo construir una oferta propia). Ninguno superó el 30 por ciento de los votos y, aunque quedó fuera del balotaje, con casi el mismo porcentaje la nota la dio el tercero: un influencer de ultraderecha sin historia política y con discurso (que en ocasiones llegó a los hechos) cargado de violencia. Esto puede ser una buena noticia en el corto plazo para el Partido Liberal del expresidente en la medida en que quienes optaron por aquél seguramente se volcarán hacia la oferta de derecha que sí llegó al balotaje. Sin embargo, en el mediano plazo surge una interpretación pesimista para las filas del expresidente. Es lícito pensar que la gran performance del outsider es indicativa de una participación del electorado de derecha, que ya no respondería enteramente a Bolsonaro. Este no tuvo una participación fuerte y sostenida en la campaña de su candidato. Por cuestiones estratégicas se vio obligado a resignar protagonismo y no solo dentro de las fronteras paulistas. Pero esta limitación no la sufrió solamente el líder del PL. De hecho, fue todo un síntoma del pulso electoral actual la decisión de muchos candidatos de evitar la polarización entre los otrora titanes electorales Bolsonaro y Lula. De hecho, el alcalde de Río de Janeiro, del centrista Partido Social Democrático, logró su reelección de manera contundente y luego de triunfar envió un mensaje inapelable. Aunque evitó exhibirlo en los spots de campaña, con el triunfo asegurado agradeció el apoyo del presidente Lula pero fue taxativo al decir que “llegó la hora de parar con la polarización. Acá hay personas que piensan diferente. Podemos juntarnos, unirnos y construir algo mejor para Brasil. Dimos un mensaje para el país”.

Por su parte, el alcalde de Bahía logró su reelección arañando el 80 por ciento de los votos y para lograrlo también esquivó la puja con nombre y apellido entre izquierda y derecha. Aunque su partido fue aliado al PL, durante la campaña sostuvo que su alianza era “con el pueblo”.

En otros de los distritos importantes, bolsonaristas y aliados de Lula se repartieron victorias y derrotas; pero lo que está claro es que el eje confrontativo Lula-Bolsonaro no goza de buena salud. No divide en términos absolutos al país como lo supo hacer. Mientras tanto, el PSD, de centro, se convirtió el domingo en el que logró la mayor cantidad de victorias; seguido del MDB. Esto señala un visible fortalecimiento de los partidos que conforman el Centrão. Por imperio de su crecimiento en la representación tanto legislativa como en las alcaldías está en camino a convertirse en árbitro político.

Es cierto que las elecciones municipales brasileñas tienen una dinámica e impronta políticas diferentes a las presidenciales. En estas que tuvieron lugar el último domingo tienen preponderancia los partidos tradicionales con mucha ascendiente local, por sobre el PL y el PT. De hecho, ocurre a menudo que estos últimos no presentan candidato propio, sino que apoyan o van en coalición con otro, no propio, pero con mejores perspectivas. Sin embargo, aún en este contexto, al partido de Lula le costó mucho estructurar ofertas electorales propias; de hecho el PT sólo disputará la segunda vuelta en cuatro capitales y en todas con un punto de partida de desventaja.

Aunque fresco ya que los acontecimientos aún en pleno desarrollo, este devenir electoral retratado hasta aquí pareciera indicar que la política (y no creo que se trate exclusivamente del caso brasileño) se mueve por terra incognita (electoral al menos). Con pocas referencias y que, además, para orientarse, carece de los instrumentos más útiles y exactos para orientarse respecto a cómo y hacia dónde maniobrar.

El domingo se confirmó que aquellos que se sometieron a la voluntad popular el último domingo eran conscientes de que la puja Bolsonaro-Lula ya no vendía como antes, o al menos en esta ocasión carecía de la intensidad que en su momento logró estructurar la política nacional. Los resultados mostraron las certezas que antes de la elección ofreció una encuesta realizada por DataSenado y difundida por la Agência Senado del Senado Federal: el 40 por ciento de los consultados no se consideró políticamente ni de izquierda, ni de derecha ni de centro. Solo el 29 se ubicó en la derecha, el 15 más hacia la izquierda y un 11 en el centro. Que la mayoría de los electores no se identifique con ningún polo político confirma que la pelea entre las figuras políticas nacionales no tiene gran preponderancia en la mente de los brasileños. Al contrario, podría aventurarse que más que políticos el ciudadano es más proclive a votar gerentes o administradores para que conduzcan su región.

Esa investigación concluyó que la población brasileña no está tan polarizada como frecuentemente se dice. Ya no se trata de ideología, al menos no con la intensidad de otro momento histórico.

Si bien no fue presidencial, esta elección es la primera luego de la de 2022 en la que Lula logró su tercer mandato derrotando a Bolsonaro que, para mayor escarnio, controlaba los resortes del aparato estatal. Dos años antes de aquellos comicios, en 2020, con Lula todavía en plena temporada de prisión, el PT, en una suerte de coda del golpe parlamentario que puso fin a la presidencia de Dilma Rousseff, sufrió una dura derrota: no ganó en ninguna de las capitales estatales. Sin embargo, en aquél momento, similar a lo que arrojaron los números electorales de este último domingo, las candidaturas bolsonaristas tampoco obtuvieron victorias claras. En el 2020 el Centrão ya había anticipado este 2024: en aquél momento el MDB fue el que más victorias logró, y entre todos lo que componen esa formación terminaron gobernando el 45 por ciento del total de los municipios. De alguna manera, cuatro años atrás, lo que ocurrió el domingo pasado estaba ya en el tablero. Un tiempo más que suficiente para que políticos, estrategas, consultores y planificadores pudieran haber establecido con un mínimo de exactitud qué tenían los ciudadanos brasileños en la cabeza en el momento de decidir el voto.

 

Aníbal Jozami, sociólogo especializado en Relaciones Internacionales es presidente de la Fundación Foro del Sur, Rector Emérito de la Universidad Nacional de Tres de Febrero - UNTREF (Argentina ) y Director General de BIENALSUR

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