23/03/2023

Irán, Arabia Saudí y China: triángulo de distensión

 

El 10 de marzo la República Islámica de Irán y el Reino de Arabia Saudí, rivales por la hegemonía en la región del Golfo Pérsico, restablecieron relaciones diplomáticas luego de seis años de tensiones como resultado de la ruptura de vínculos acontecida en 2016. Los pasos dados a favor de la distensión, comenzaron el 2021 cuando las partes acordaron avanzar en conversaciones secretas a fin de resolver diferencias enraizadas en aspectos políticos, económicos y, fundamentalmente, religiosos.

Puede considerarse el hecho un hito que marque el inicio de una etapa de estabilidad, en una región geopolítica y geoeconómicamente relevante a nivel global. Una iniciativa por la paz y estabilidad impulsada por dos potencias subregionales contendientes desde lo religioso y político, con indudable influencia sobre otros estados de la región, y coincidente con los intentos de mediación por parte de los Estados en Medio Oriente tratando de negociar la normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudí.

Representativas ambas naciones de liderazgos religiosos en el seno del Islam, Irán como eje del chiísmo y Arabia Saudí como epicentro del Islam suní, han demostrado pragmatismo político y tolerancia para sortear barreras y desconfianzas preexistentes en las más altas esferas religiosas y gubernamentales. Si bien la distensión no elimina diferencias sustanciales entre concepciones políticas, imaginarios religiosos, o papel a desempeñar en los asuntos regionales, sí los atenúa al aportar por una mejor gobernanza regional. Es de esperar que de ahora en más, el accionar de grupos armados (rebeldes hutíes que operan desde Yemen, Hezbollah) que incluso han atacado al reino saudí y Emiratos Árabes Unidos apuntando a infraestructuras petroleras vitales para sus economías, sean puestos entre paréntesis gracias a la influencia de Irán sobre sus cuadros.

La exitosa resolución del proceso destaca el “rol de mediación” ejercido por China, el cual responde a varios factores. En primer lugar, ambos países  mantienen intensas relaciones comerciales, particularmente en el campo energético-petrolero. A partir de 2017 China se convirtió en el primer importador mundial de petróleo superando a Estados Unidos, por lo tanto, el crudo proveniente de Oriente medio y economías del Golfo es un insumo crítico para sostener sus industrias, producción y consumo. Un dato es determinante, Arabia Saudí es el principal exportador de crudo a China y Emiratos Arabes Unidos, el séptimo.

En segundo lugar, ha sido la culminación de una activa diplomacia pública y no pública desarrollada por China en la región desde mediados de la pasada década, con el fin de garantizar adecuada provisión de crudo, ocupar espacios de influencia cedidos por los Estados Unidos y asegurar las rutas marítimas de abastecimiento a través del Golfo Pérsico, Estrecho de Ormuz y Golfo de Adén. En este sentido, Irán oficialmente se ha unido al proyecto chino de Ruta de la Seda (OBOR/BRI), China es el primer socio comercial de Arabia Saudí y las inversiones chinas son valoradas en el marco de la denominada Visión 2030 del Reino, consistente en alcanzar objetivos sobre desarrollo; la distensión bilateral sirve asimismo, para afianzar expectativas de una más profunda vinculación con China, por parte de países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo. Arabia Saudí, también intenta revivir el proyecto de la Ruta de la Seda Saudita en la región de Jizan con el fin de atraer inversiones extranjeras.

Por el lado de Irán, las conversaciones con las potencias mundiales para reactivar el pacto nuclear de 2015 están congeladas y las relaciones con países occidentales se han vuelto más tensas. Por otra parte, Rusia, el principal aliado internacional de Irán, está ocupado con la guerra en Ucrania lo cual otorga a China un mayor papel como mediador, actor diplomático y estratégico en la región del Golfo.

En lo concreto, los compromisos asumidos por las partes reafirman el mutuo respeto a la soberanía, al principio de no injerencia y la reactivación de un acuerdo de cooperación en materia de seguridad firmado en abril 2001; asimismo, acuerdan cooperar en la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico y el lavado de dinero, así como reactivar un acuerdo comercial y tecnológico firmado en 1998.

Es de esperar que la normalización de relaciones entre Teherán y Riad, conduzca a una mayor estabilidad y seguridad regional, e incremente la cooperación entre los países del Golfo Pérsico y el mundo islámico. Según declaraciones oficiales, ambos países consideran que “…tienen un mismo destino y denominadores comunes, lo que nos hace necesario cooperar para construir un modelo de prosperidad y estabilidad para nuestros pueblos…".

 

Sergio Cesarín es docente de la Maestría en economía y negocios en Asia del Pacífico e India. Investigador del CONICET. Coordinador del centro de estudios sobre Asia del Pacífico e India (CEAPI) de la UNTREF.

 

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