06/01/2021

Comprendiendo a China

Desde la creación de la imprenta reconocemos cinco locomotoras que traccionaron la historia del planeta. Sucesivamente lo hicieron Italia, España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos a lo largo de los Siglos XVI, XVII, XVIII, XIX y XX.

China se perfila como locomotora del siglo XXI siendo muy importante comprender al gigante asiático y sus particularidades hoy, cuando el mundo funciona en tiempo real y el hombre tiene en sus manos la capacidad de destruirlo.

En pocas décadas el mundo cambió profundamente en fronteras tecnológicas e interdependencia, en finanzas y comercio, y en la construcción de poderes geoestratégicos nacionales. Desde la caída del muro y la prédica del fin de las ideologías vimos avanzar el aggiornamiento de la República Popular China con base en la disciplina partidaria, con enorme flexibilidad para adoptar competitividad económica y, sobre todo, con perfecto registro de cómo operar en el mundo.

Vivimos un cambio de paradigma civilizatorio muy difícil de interpretar con categorías del pasado, incluso del muy reciente, al que se agregan fenómenos de impacto global durísimos para gestionar como el cambio climático o la pandemia COVID19. Y la interpretación se hace más compleja al derrumbarse definitivamente la pretensión de universalidad de valores occidentales transportados por las locomotoras preexistentes.

En el siglo XX con agudo sincretismo China combinó Confucio y Marx. Amalgamó valores milenarios de convivencia con fórmulas socioeconómicas eficaces para integrar a su pueblo. Equilibró comunidad e individuo, con orden y armonía social, limitando la libertad particular. Sostuvo principios ancestrales de lealtad a la familia y respeto al gobernante. Desarrolló los valores del trabajo, la disciplina y la contención en los gastos. Progresiva y muy rápidamente consiguió elevar la calidad de vida de su gente.    

Visto desde nuestra ilustración occidental estamos frente a la defensa asiática del orden y el Estado por encima del pluralismo y los derechos humanos; así como ellos quizás caractericen a Occidente “en declive” como consecuencia del individualismo, la falta de disciplina social o la ausencia de capacidad de trabajo y sacrificio.

En el presente tablero internacional, en crisis el sistema de Bretton Woods, China reclama sostener la tendencia histórica hacia la multipolaridad y la democracia en las relaciones entre países. La cooperación ganar-ganar es la fórmula propuesta y se apoya en que en la era de la globalización todos los países se han vuelo parte de una comunidad de intereses compartidos.

Desde esta concepción despliega China la regionalización asiática y la Nueva Ruta de la Seda. La regionalización avanza a pesar de escenarios fronterizos críticos y tensiones en el Mar de China Meridional. En mi criterio regionalización y Ruta componen la centralidad de la estrategia geopolítica de la República Popular China. En menos de tres décadas -ASEAN arranca en los 90 y la Ruta hace menos de diez años- los indicadores en calidad y volumen marcan un rumbo sólido y promisorio. Hace pocas semanas presenciamos la firma del mayor acuerdo comercial del mundo, el RCEP, Regional Comprehensive Economic Partnership o Alianza Integradora Económica Regional.  

Y vale puntualizar sobre la Ruta. Esta iniciativa consiste en el establecimiento de dos rutas combinadas, una de infraestructuras terrestres y otra marítima, que mejorarían las conexiones chinas tanto en el continente asiático como hacia el exterior, dando a China más influencia económica y política a nivel mundial. El foco inicial en 2013-14 fue Europa, corazón de occidente, proyectándose luego incluso hacia América Latina una vez focalizada rápidamente África.

Sin ingenuidad, estamos frente a un propósito de claro beneficio para su promotor y así fue siempre a lo largo de la historia. Pero nótese que este caso va más allá de simples rutas comerciales: es un vasto plan de infraestructura que supone la construcción de puertos, aeropuertos, carreteras y gaseoductos; la colaboración en ámbitos de energía, finanzas, ciencia y tecnología e I+D; e incluso prevé la creación de un área de integración económica. Sin lugar a dudas es superior al extractivismo colonial.

El tamaño de la propuesta es enorme, definitivamente planetario, y requiere procesos finos de mediano y largo plazo que deberán abordarse con perseverancia china sin dudas. Pero sobre todo deben abordarse con inteligencia por los interlocutores porque no hay libreto, hay camino y se hace camino al andar. Para ello nada mejor que conocer bien al interlocutor.

 

Pedro Del Piero es Senador de la Nación y Secretario de Relaciones Internacionales del Círculo de Legisladores de la Nación.

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