10/07/2020
En tiempos de crisis, y no hay lugar a dudas de que esta pandemia del Covid-19 ciertamente lo es, afortunadamente afloran sentimientos de solidaridad y empatía que nos llevan a querer ayudar al prójimo de manera inmediata. Esa necesidad nos impulsa a tomar decisiones y a ponerlas en práctica rápidamente, disminuyendo en muchos casos cuidados y controles que solemos implementar en épocas normales.
Así, por ejemplo, en este tipo de situaciones los Estados (y organismos públicos) suelen adoptar distintos tipos de decisiones orientados a acelerar sus procesos internos, a través de la flexibilización de requerimientos para realizar sus compras y contrataciones, a la vez de que se tornan particularmente predispuestos para la recepción de donaciones. Las empresas, a su vez, redefinen de manera expedita sus estrategias en materia de responsabilidad social empresaria (en caso de que las hubieran tenido) y deciden hacer donaciones, tanto en especie como de dinero, para ayudar a paliar las necesidades que estos escenarios generan.
La contracara de ello, es que los tiempos de crisis también se transforman en oportunidades para aquellos que sólo buscan maximizar sus beneficios, apelando a distintas tipo de maniobras irregulares.
Por eso, en estos contextos, para estar en condiciones de mitigar riesgos al tomar decisiones parece conveniente recordar una de las frases más conocidas de Napoleón Bonaparte: "Vísteme despacio, que tengo prisa".
Esta frase nos alerta acerca de que por más prisa que tengamos hay ciertos pasos que deben darse si queremos que las cosas salgan bien. Aquí, esto significará que la donación llegue en tiempo y forma a destino, que se haga un uso adecuado y eficiente de los recursos donados y que ella no nos genere consecuencias negativas (porque terminemos viéndonos envueltos en un hecho de corrupción o de lavado de activos o porque seamos víctimas de una situación de fraude).
En el logro de esos objetivos los Programas de Compliance tienen un rol estratégico que desempeñar. Vale recordar que estos programas están compuestos por acciones, mecanismos y procedimientos internos de promoción de la integridad, supervisión y control, orientados, al menos, a prevenir, detectar y corregir irregularidades y actos ilícitos; y que sólo son efectivos si han sido diseñados a medida de la organización –considerando su dimensión, capacidad económica y riesgos a los que está expuesta-, siempre que además cuenten con el apoyo explícito de la alta dirigencia, con un líder interno y logren impregnarse en la cultura organizacional.
Así, si una organización cuenta con un Programa posiblemente tendrá procedimientos que establezcan qué pasos deben darse para concretar una donación (como: verificar que ella esté contemplada en el plan anual de donaciones, que el receptor cumpla determinados requisitos y presente vasta documentación, que haya aprobación previa de determinadas áreas y autoridades), y cuáles de ellos podrán exceptuarse en casos de urgencias y emergencias. En cambio, si la empresa no contara con un Programa o con procedimientos, será necesario que extreme los cuidados antes de concretarla. Pero, cualquiera sea el escenario, para mitigar riesgos de integridad asociados a las donaciones, algunas buenas prácticas serían las siguientes:
A través de estas ideas, lejos de procurar disuadirlos para que eviten hacer donaciones, lo que pretendí es brindar algunas pocas pautas para que podamos hacerlas de manera más segura.
Paula Honisch es abogada, máster en derecho penal, especialista en anticorrupción y criminal compliance. Directora ejecutiva de Honisch & Asociados. Diseña e implementa programas de compliance, políticas de integridad y de prevención de la violencia y el acoso en organizaciones del sector público y privado. @PaulaHonisch
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