20/10/2021

Expectativas en las vísperas de la próxima cumbre climática en Glasgow

La COP26, la cumbre climática que se celebrará en Glasgow el próximo mes de noviembre, llega en el año en que un nuevo informe publicado en agosto por la ONU muestra que la temperatura mundial está aumentando más rápido de lo que los científicos pensaban anteriormente, y que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al menos a la mitad en esta década es crucial para evitar los impactos más catastróficos de la crisis climática.

Pero hay señales de esperanza. En setiembre de 2021, durante la Asamblea General de la ONU en Nueva York, Estados Unidos y China, los dos mayores emisores del mundo, anunciaron nuevos compromisos para enfrentar la crisis.

El presidente Biden comunicó que los Estados Unidos aumentarán significativamente su financiación internacional vinculada al clima, lo que contribuirá a que los países desarrollados se acerquen a cumplir su compromiso colectivo de movilizar US$ 100.000 millones al año en financiación para enfrentar al cambio climático. Este será precisamente uno de los temas clave de la próxima cumbre, ya que en el presente, muchos países no solo critican que no se haya cumplido con esta meta, sino que además creen que debe ser revisada e incrementada a partir del 2025. La meta de los cien mil millones de dólares al año para apoyar la lucha contra el cambio climático en los países en desarrollo, se estableció, sin demasiada fundamentación técnica, durante la COP15 del 2009. Obviamente, al ser previa al Acuerdo de París (2015) no considera el financiamiento adicional que requiere poder cumplir con las metas allí establecidas. 

Desde el lado chino, el presidente Xi Jinping, anunció que su país pondría fin a toda financiación de centrales eléctricas de carbón en el extranjero y redirigiría su apoyo a la energía verde, además de prometer que China lograría ser carbono neutral para el 2060, entre otras, gracias a un ambicioso plan forestal. En contraposición con estas propuestas alentadoras, la crisis energética que en el presente atraviesa el gigante asiático, ha derivado en que el gobierno flexibilice los límites de utilización de carbón por la industria local, aún y cuando se superen los cupos establecidos sobre ese combustible para cumplir con los acuerdos del clima. 

La comunidad climática además de estar atenta a lo que ocurre con los dos principales emisores mundiales, está a la expectativa de lo que pasará con algunos temas clave de la negociación que iniciará en los próximos días en Glasgow. Allí, además del financiamiento ya mencionado, hay dos temas más, que en mi opinión, concentran la mayor atención de los asistentes.

El primero es la necesidad de establecer un marco temporal común para las Contribuciones nacionalmente determinadas (NDC, por sus siglas en inglés). Vale recordar, que las mismas constituyen los compromisos de lucha contra el cambio climático que voluntariamente han presentado ciento noventa y cuatro países en el marco del Acuerdo de Paris. Estas NDCs incluyen metas para diferentes períodos de tiempo, algunos de 2020 a 2025 y otros de 2020 a 2030.  En la NDC más reciente de Argentina, por ejemplo, el país se compromete a no exceder la emisión neta de 359 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente (MtCOe2) en el año 2030, lo que equivale a una disminución total del 19 % de las emisiones, en comparación con el máximo histórico de emisiones alcanzado en el año 2007.

Para enfrentar la emergencia climática, es necesario establecer un ritmo rápido con plazos ajustados que empujen a los países a aumentar sus esfuerzos con mayor frecuencia y facilitar la implementación efectiva de otras disposiciones del Acuerdo de París. En este contexto, algunos países consideran que a partir de 2031, los países deberían presentar sincrónicamente sus nuevas NDCs cada cinco años.

El segundo tema clave, es culminar con la reglamentación del Artículo 6 del Acuerdo de Paris que el fundamental para la puesta en marcha de un nuevo mercado de carbono. Pero antes de presentarlo, hagamos un poco de historia.

Los mercados de carbono surgen por primera vez en el Protocolo de Kioto (PK) para ayudar al cumplimiento de  las metas de limitación/reducción de emisiones adoptadas por los países industrializados incluidos en su Anexo B.

En Kioto, cada país del Anexo B recibió una cantidad de permisos de emisión, en unidades denominadas AAUs, equivalente a su meta para el periodo 2008-2012. Al 31 de diciembre de 2012, si la cantidad de AAUs que tenía un país igualaba a las emisiones contabilizadas en su inventario nacional, se consideraba que el mismo había logrado cumplir su meta. Por otro lado, si la cantidad de AAUs superaba las emisiones registradas en el país, se había sobre cumplido la meta y  el país en cuestión podía vender las unidades excedentes a otros que las requirieran para alcanzar sus objetivos. También podía ocurrir que la cantidad de AAUs fuera inferior a las emisiones, pero el país en cuestión completara el déficit a través de la utilización de otras unidades, permisos de emisión, que surgían de los mecanismos de flexibilidad que estableció el PK.

El Mecanismo de Desarrollo Limpio, uno de los tres mecanismos de flexibilidad del PK, se sustentaba en el hecho, que por lo general, resulta menos costoso reducir emisiones en países en desarrollo, que en países desarrollados (considere, por ejemplo, la diferencia en el costo de la tierra para un proyecto en algún lugar de Japón versus otro ubicado en la Patagonia). Las reducciones que generaban estos proyectos se materializaban en forma de unidades denominadas CERs, que al igual que las AAUs podían ser utilizadas para cumplir las metas adoptadas por los países en Kioto.

Resumiendo el PK establecía un mercado de carbono cuya demanda surgía de los países que habían adoptado metas en el Anexo B. Cada país, en función de su realidad específica, decidió cumplir con su meta fundamentalmente a través de reducciones domésticas o complementando las mismas con unidades de reducción surgidas del comercio de emisiones y los proyectos en el marco del Mecanismo de Desarrollo Limpio. En conjunto, los mecanismos de flexibilidad del PK, facilitaron el cumplimiento de las metas a un costo menor del que hubiera tenido sin la existencia de los mismos.

En cuanto al Artículo 6 del Acuerdo de París, el mismo incluye tres mecanismos de cooperación voluntaria: dos basados en el mercado y el tercero con un enfoque diferente.

El primer mecanismo (Art. 6.2) permitiría a un país que sobre cumplió su meta, o más precisamente su NDC, la oportunidad de comercializar los excedentes en sus resultados de mitigación, denominados ITMOs, con otros países. En este punto, vale aclarar, que los ITMOs, dependiendo de la propuesta de NDC elevada por cada país, se materializan en forma de un volumen de reducción de emisiones o de otros indicadores como hectáreas de bosques o capacidad instalada de renovables. Resumiendo, este primer mecanismo, seria en alguna medida, análogo a la alternativa que contemplaba el PK para que los países con excesos de AAUs pudieran vender dichas unidades a otros que las requerían para cumplir sus metas, con la diferencia de que en el Art. 6.2 tal vez se pueden transferir otras entidades diferentes a las emisiones.

El segundo mecanismo (Art. 6.4) establece un mercado internacional de carbono para comercializar reducciones de emisiones del sector público y privado. Los créditos de carbono podrían generarse, por ejemplo, a partir de proyectos de generación de energía renovable. En el caso de los proyectos en países en desarrollo, el Art. 6.4 funcionaría de manera similar a lo que fue el Mecanismo de Desarrollo Limpio en el PK.

El tercer mecanismo (Art. 6.8) es el menos definido e incluiría enfoques que no involucran el mercado, en principio, de manera similar a como funcionan las iniciativas de Asistencia Oficial al Desarrollo.  

La puesta en marcha del nuevo mercado de carbono en el marco del Acuerdo de Paris, requiere lograr el consenso sobre diversos aspectos bajo negociación en el Art. 6, incluyendo un mecanismo que minimice el riesgo de que un país que vende reducciones de emisiones a otro las incluya como parte de su NDC, en cuyo caso habría una doble contabilidad que atentaría claramente contra el objetivo del Acuerdo. Este y otros temas, serán objeto de la negociación que arranca en los próximos días en Glasgow.

 

Nazareno Castillo Marin fue Director de Cambio Climático en el Ministerio de Ambiente de Nación entre el 2007 y el 2014 y negociador por la Argentina ante la Convención sobre el Cambio Climático. Es profesor de la Universidad Nacional de Tres de Febrero desde 2007. Fue orador en TEDx Rosario 2019: “Crisis climática vs intereses económicos”. Es autor de tres libros: “El ambientalista científico” (EDUNTREF, 2015); “17 Objetivos para un mundo mejor: una guía para entender los ODS” (Amazon, 2019); y “Desarrollo dato-sostenible: Aportes del Big Data y la IA a los ODS” (Amazon, 2021).

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