10/08/2021

El papel del Partido Comunista Chino en el proceso de trasformación nacional

“El camino de los mil li, comienza con el primer paso” (Lao Tse)

Poder celebrar su Centenario, muy probablemente represente la culminación de una vida humana, pero 100 años constituye un breve lapso para un país como China, cuya civilización abarca generosamente más de tres milenios.

No obstante, le ha bastado solo un siglo para generar un proceso de transformaciones sociales, políticas y económicas de tal magnitud que han superado con largueza su territorio y enorme población, incidiendo profundamente tanto en la actual como la previsible configuración futura del sistema global.

En julio de 1921 se lleva a cabo una reunión de carácter secreto, en una pequeña escuela de Shanghai. Participan doce jóvenes estudiantes del marxismo (el décimo tercero no pudo estar presente), entre los cuales se hallaba un estudiante de la Universidad de Pekín: Mao Zedong.

El propósito de este encuentro fue preparar las bases para la creación del Partido Comunista de China. Su propósito: erradicar de su patria la intervención y ocupación extranjera, unificar el país y establecer el gobierno del proletariado.

La atracción hacia el marxismo como matriz ideológica, respondía en alto grado a su adecuación a los propósitos del movimiento, situación y necesidades del momento histórico: un impactante flujo de pensamiento político y filosófico europeo (Alemania, Francia Inglaterra y Rusia) y estadounidense; la trágicamente demostrada superioridad material occidental y la lucha contra el imperialismo que proclamaba la U.R.S.S.

En ese contexto el “materialismo histórico” y su carácter “científico” prometían para su etapa final una sociedad sin clases y la posibilidad de obtener progreso social a través de diferentes estadios, mediante una interacción entre las clases dominantes y los explotados y la abolición de la propiedad privada.

Esas características del proyecto marxista resultaban enormemente atractivas. Contemplaban en un lugar central la planificación, ofreciendo mecanismos y estrategias para ordenar el camino a seguir (acción por etapas y procesos de largo plazo). Por último, factor muy importante, se contaba con la concepción leninista de la “Vanguardia Revolucionaria”. La elite intelectual - el Partido Comunista Chino- se hallaría a cargo de la conducción de la revolución en beneficio de las masas.

No resulta posible en esta breve nota referirse de manera adecuada a la dimensión de los cambios y trasformaciones logradas por el PCCh a lo largo de un siglo. No obstante, cabe al menos intentar presentar las líneas directrices de las etapas centrales que suceden al primer período, que culmina con la toma de poder y la instauración de la República Popular China en octubre de 1949.

La difícil situación en que se encontraba China al finalizar el gobierno de Mao Zedong (1966-1976), justificó el pasaje de la “lucha de clases” al “desarrollo económico”. El gran “Salto Adelante” fue remplazado por un enfoque gradualista y pragmático, centrado en la modernización del país. La asunción de Deng Xiaoping a mediados de 1977 da lugar en el año siguiente, en ocasión de la tercera sesión del Congreso del PCCh, a que se decida transferir el centro de gravedad de la lucha política al desarrollo económico.

El objetivo nacional concebido por Deng Xiaoping era alcanzar para China la condición de “sociedad moderadamente próspera” en el año 2020. Con ese propósito, debía ponerse en marcha un modelo de crecimiento basado, entre otros elementos, en la apertura económica y financiera externa; la expansión del consumo; la elevación del nivel tecnológico de la industria; la internacionalización del yuan; el incremento de la competitividad y el desarrollo del “poder blando” (soft-power) chino.

Se caracteriza a este período como una “fase de transición”, donde China debe pasar de una economía rural, basada en la agricultura, a una economía urbana, sustentada en la industria y la planificación. En ese contexto, las situaciones que se presentan en cada etapa determinan el rol económico a desempeñar por el Partido y el Gobierno. El primero debe proveer las orientaciones centrales de la reforma y el segundo, asegurar un funcionamiento estable del mercado interno. Sólo así China podría responder adecuadamente al desafío de la competitividad impuesto por la globalización económica. En oportunidad del 12° Congreso del Partido Comunista Chino (1982) se propusieron los objetivos generales para la construcción económica para las próximas dos décadas (1981-2000).

 

La “Segunda Transformación”: 2010-2030/2040-2050

Al iniciarse el siglo XXI nuevas tecnologías, fuerzas del mercado y de la globalización económica ponían a estos programas de desarrollo frente a otras realidades. China enfrentaba un complicado y cambiante contexto interno y externo, caracterizado por contradicciones vinculadas a la reforma, al desarrollo y a la estabilidad social.

Para responder a esos desafíos, se concibieron cuatro grandes transformaciones: (1) la transición “bajo el imperio de la ley” de una economía de mercado primaria a una moderna; (2) concretar la transición de economía extensiva a economía “verde” (baja en carbono y ambientalmente sustentable); (3) pasar de una estructura urbana-rural dual a una urbana-rural integrada; (4) efectuar la transición de una sociedad “del pueblo” a una “sociedad civil”.

Esta etapa de la reforma tiene por propósito alcanzar la completa transformación de China para mediados del presente siglo, creando las condiciones para “enriquecer a la gente y convertirla en una potencia poderosa”. Incluye las múltiples acciones políticas, sociales y económicas en el ámbito interno e internacional que está llevando a cabo China con amplio impacto en el sistema global.

 

La “política democrática socialista” en China contemporánea

El desarrollo chino de las políticas democráticas se basa en la integración de la teoría de la democracia marxista con las cambiantes realidades del mundo y de China.

Como sistema, la organización política que le corresponde difiere sustancialmente del modelo occidental. Se basa en una concepción que comprende tres componentes: la “democracia social”, “democracia económica” y la “democracia política”. Las dos primeras representan las fundaciones de la democracia política.

El establecimiento de una “economía socialista de mercado” en los primeros treinta años de la reforma y apertura, constituye así “el rasgo más importante de la democracia económica” y un elemento fundacional relevante para la política democrática.

En consecuencia y en línea con las directivas del presidente Xi Jinping, promover gradualmente la reforma del sistema político vinculándola al crecimiento económico y al fortalecimiento de la acción del gobierno, representa un adecuado camino para avanzar en nuevas etapas, reflejando de esta manera la vitalidad y capacidad de gobernabilidad del PCCh. 

A modo de ejemplo, para adaptarse políticamente a las nuevas condiciones a que ha dado lugar el importante crecimiento de la clase media, se concibió y puso en práctica un gradual y pragmático proceso de ampliación selectiva de los cuadros del PCCh en el período de gobierno de Jiang Zemin. De esta manera, “el PCCh es la vanguardia de la clase obrera, del pueblo y la nación china”.

Por último, al considerar las interacciones Partido- Estado-sociedad debe tenerse en cuenta que los profundos cambios que se están introduciendo en el campo económico-social, son recibidos positivamente por la enorme mayoría de la población. En esencia, estos cambios adhieren a una dinámica que, si bien presenta límites, avanza en pos de conquistas ya previstas en los programas de evolución democrática y de bienestar social del PCCh para las próximas décadas.

Es dable esperar que estas reformas del sistema político chino continúen en el futuro. Así, por ejemplo, su flexibilización en mayor grado podría quizás llegar a incluir la elección directa generalizadas de sus líderes y una distinta configuración del Congreso Nacional del Pueblo y del Comité Central del PCC.

Si bien lo precedentemente analizado es hipotético, lo que no puede descartarse, es que el proceso de reformas políticas –en cuanto es inherente a la democratización- continuará manteniendo “características chinas”. Persistirá la existencia de importantes rasgos que la diferencie de los sistemas occidentales.

Podemos esperar que el pragmatismo, siempre vigente en las decisiones chinas, contemple reestructuraciones que satisfagan las cambiantes exigencias de liberalización que imponen las transformaciones del contexto interno e internacional.

 

Carlos Juan Moneta es experto en economía y politología, además de docente en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Fue Secretario Permanente del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe y fundador y coordinador de la Red Iberoamericana de Estudios de Asia del Pacífico.

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